
Notas al Margen
David Fernández
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En tránsito
Se rodará algún día una película sobre lo que se va sabiendo acerca de Ábalos, Koldo, Aldama, el hermano de Sánchez y la mujer de Sánchez? Si no recuerdo mal, se rodaron varias películas sobre la corrupción de los peores años del PP –la mejor fue El reino, de Sorogoyen, que se filmó casi en tiempo real–, así que uno imagina que ya habrá guionistas preparando sus borradores. Si bien se mira, los hechos actuales son igual de sórdidos y truculentos que aquella saga del Bigotes y Bárcenas y los implicados en la trama Gürtel. Y si me apuran, hasta yo diría que la situación actual tiene mejores materiales narrativos: un presidente del Gobierno perdidamente enamorado de una mujer que no encuentra otro modo de empoderarse que meterse en toda clase da charcos; un capo que se ve obligado a sacrificar a su fiel consigliere cuando la sombra de las fechorías del consigliere se vuelve demasiado amenazadora; un consigliere que guarda con celo de archivero municipal todas las conversaciones privadas que ha mantenido con los miembros del Gobierno; un hermano del alma colocado a dedo, junto con su amigo íntimo, en una oficina de una Diputación que ese hermano no consigue situar en un mapa cuando se le interroga en sede judicial; una banda de hampones y buscavidas que pulula alrededor del consigliere y de la mujer del capo en busca de cochazos y rescates millonarios y favores y toda clase de beneficios personales y económicos; y por si fuera poco, un país que va sumiéndose poco a poco en la ineficacia y en el colapso político. Si lo pensamos bien, la trama actual supera en interés a la vergonzosa trama de la corrupción del PP. Los hampones y buscavidas son los mismos, sí, pero ahora tenemos a un Macbeth y a una Lady Macbeth (¿quién instigó a quién y quién susurró en el oído de quién?), y también tenemos a un Banquo que está vivo y conoce todos los secretos de su señor. Digamos que esta versión de la historia es más trágica, más shakespeariana. La otra tenía el toque españolísimo de la novela picaresca. En cambio, la actual tiene un aire sombrío de tragedia isabelina, de esas que se representaban en los teatros donde los perros salvajes se enfrentaban a dentelladas a un pobre oso atado a una cadena.
Sí, podría hacerse una película magnífica. La del PP se llamó El reino. Y esta, ¿por qué no?, tal vez podría llamarse La República.
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