Un Mahler perfecto
El esperado debut de Iván Fischer y la Budapest Festival Orchestra en el Festival de Granada llena de expectación el Palacio de Carlos V
El Festival de Música y Danza de Granada 2025: programa completo, horarios y escenarios

Granada/El Festival Internacional de Música y Danza de Granada vivió una de sus veladas más espléndidas con el esperado debut de la Budapest Festival Orchestra, una de las formaciones más prestigiosas del panorama europeo. Su presentación en el monumental Palacio de Carlos V, bajo la dirección del maestro Iván Fischer y con un programa íntegramente dedicado a Gustav Mahler, no fue simplemente una actuación más en la programación del festival: fue una afirmación artística de altísimo nivel, una experiencia estética que combinó refinamiento, profundidad y emoción.
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Festival de Granada: Budapest Festival Orchestra
Programa: Gustav Mahler, Kindertotenlieder (Canciones sobre la muerte de los niños) y Sinfonía núm. 5 en do sostenido. Budapest Festival Orchestra. Director: Iván Fischer. Solista: Gerhild Romberger (mezzosoprano). Lugar y fecha: Palacio de Carlos V, 27 de junio de 2025.
El programa, centrado en dos obras capitales de Mahler – los Kindertotenlieder y la Sinfonía n.º 5 – dibujó una trayectoria emocional que se inicia en el recogimiento luctuoso del lied orquestal y culmina en la exaltación vitalista de la arquitectura sinfónica mahleriana. Ambos polos del universo del compositor fueron abordados con una inteligencia interpretativa y una solvencia técnica fuera de lo común por Fischer al frente de la que lleva siendo su orquesta durante cuatro décadas ininterrumpidas de éxitos y grabaciones de referencia. Con una disposición de la orquesta según el modelo clásico centroeuropeo, el mismo que usaba Abbado en Lucerna, situó enfrentados a los violines, violas y chelos al centro frente al podio y una poderosa sección de contrabajos al fondo, tras la sección de viento-madera. El resultado fue una formación perfectamente empastada, en la que cada plano sonoro era destacado con clarividencia, cada motivo melódico se perfilaba con la perfección de un delineante y en la que la riqueza tímbrica surgía de un perfecto dominio de la técnica interpretativa.
La interpretación de los Kindertotenlieder, ciclo compuesto entre 1901 y 1904 sobre textos de Friedrich Rückert, resultó conmovedora y ejemplar en su contención expresiva. Mahler, marcado por la muerte de varios hermanos en su infancia y por la tragedia latente en su propia vida familiar, volcó en estas canciones un dolor profundamente interiorizado, casi estilizado, que exige de los intérpretes una sobriedad extrema. En este sentido, la mezzosoprano Gerhild Romberger, de técnica impecable y timbre noble, se convirtió en la perfecta narradora emocional, sin estridencias y cantando en todo momento sobre la semántica de los textos. Su Wenn dein Mütterlein fue una plegaria dolorosa, donde cada inflexión vocal parecía resonar con ecos del lied romántico centroeuropeo. Por otra parte, en el agitado In diesem Wetter, su voz atravesó la densa orquestación con autoridad y musicalidad, logrando un equilibrio poco común entre dramatismo y control. Iván Fischer supo extraer de la orquesta una paleta de colores oscura pero transparente, haciendo uso de la riqueza tímbrica de la partitura: los pizzicati de chelos, el contrapunto austero del corno inglés y el fagot, o la irrupción del glockenspiel como metáfora de una luz lejana. En conjunto, fue una interpretación perfecta de la partitura, que compensó la expresividad y la excelencia interpretativa en armonioso balance.
Segunda parte
La segunda parte del programa estuvo consagrada a la Sinfonía n.º 5 en do sostenido menor, compuesta por Gustav Mahler entre 1901 y 1902, y revisada durante casi una década. Considerada por muchos como una de las obras más complejas y paradigmáticas del sinfonismo posromántico, esta sinfonía representa el abandono del mundo vocal por parte de Mahler (al menos momentáneamente) y un giro hacia una escritura más autónomamente instrumental, rica en contrastes formales y expresivos.
Desde el fúnebre Trauermarsch inicial, marcado por la llamada solitaria de la trompeta y un paso contenido de marcha, Iván Fischer impuso una lectura sobria y detallada. Su control del rubato, su manejo de las dinámicas y su capacidad para delinear las voces internas de la orquesta permitieron apreciar la arquitectura polifónica de esta página con claridad casi analítica. En el Stürmisch bewegt, la orquesta desplegó una energía contundente, construyendo ese contraste entre violencia y lirismo que tan característicamente define este movimiento.
El Scherzo, en forma de vals, fue tal vez el momento más deslumbrante en cuanto a virtuosismo orquestal: el diálogo de las maderas, la precisión rítmica de los metales, la expresividad de la trompa solista – tratada como voz narrativa y situada junto al director como solista – evidenciaron un grado de compenetración extraordinario entre director y orquesta. El célebre Adagietto, tantas veces interpretado como pieza independiente, encontró aquí su lugar natural: como interludio amoroso y reflexión íntima dentro de este coloso sinfónico. Fischer lo condujo con una lentitud expresiva, alejada de la teatralidad, apostando por un lirismo puro, sin afectación, y extrayendo de las cuerdas de su orquesta el sonido más bello en perfecto equilibrio.
Final
El Rondo–Finale, brillantemente articulado y de contagiosa vitalidad contrapuntística, se perfiló como un colosal epílogo orquestal, pleno en su complejidad motívico-tímbrica y con una realización exuberante que Fischer dirigió con gesto decidido y preciso. Fue el broche perfecto a una velada que dejó en evidencia por qué la Budapest Festival Orchestra, bajo la dirección de Iván Fischer, está considerada entre las mejores formaciones del mundo y su director es considerado una figura de referencia en el panorama actual, tanto por su fidelidad al espíritu de la partitura como por su renovadora visión de la tradición.
En suma, este debut en el Festival de Granada no solo fue una cita musical de primer nivel, sino también una afirmación artística de largo alcance. Una noche memorable que reafirma al Festival de Granada como uno de los escenarios privilegiados para la gran música sinfónica en Europa. Bajo la dirección maestra de Iván Fischer, el conjunto húngaro firmó una de esas noches memorables en las que la música trasciende lo estético para convertirse en verdad. Mahler, interpretado así, no deja lugar a dudas: el arte sigue siendo, ante todo, una experiencia transformadora.
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