Se completa una obra maestra del cine de aventuras
Misión Imposible: Sentencia final | Crítica

La ficha
***** 'Misión Imposible: Sentencia final'. Acción/Aventuras, EE UU, 2025, 169 min. Dirección: Christopher McQuarrie. Guion: Christopher McQuarrie, Bruce Geller, Erik Jendresen. Fotografía: Fraser Taggart. Música: Lorne Balfe, Max Aruj, Alfie Godfrey Intérpretes: Tom Cruise, Hayley Atwell, Simon Pegg, Esai Morales, Angela Bassett, Ving Rhames, Henry Czerny.
Hace 59 años dos genios -porque en televisión también hay genio- crearon la serie Misión: imposible. Fueron el productor, guionista y director Bruce Geller (1930-1978) y el compositor Lalo Schifrin. Sin olvidar el espléndido plantel de actores que definieron personajes mundialmente populares: el jefe (Peter Graves), el técnico (Greg Morris), el actor-gancho (Martin Landau), la modelo-gancho (Bárbara Bain) y el forzudo (Peter Lupus). No es una exageración poner a Schiffrin a la altura de Geller: la sintonía -junto a otros temas, como The Plot, compuestos por él para la serie- fue clave en su éxito, expresando genialmente la novedad y originalidad de la propuesta con su extraño compás inspirado en la estructura de dos notas largas seguidas de dos notas cortas que representan las letras M e I de Misión Imposible en código morse.
Esta novedad y originalidad que hicieron única a la serie se basaban en las rebuscadas trampas que los agentes, sirviéndose de disfraces, máscaras, decorados y la tecnología entonces más avanzada, tendían a sus enemigos para que fueran liquidados por los suyos, haciéndolos pasar por traidores. Creo importante recordarlo porque cuando en 1996 Tom Cruise, entusiasta de la serie desde que era niño, convenció a Paramount, que tenía los derechos cinematográficos, para que coprodujera un largometraje con su recién creada Cruise/Wagner Productions, el actor tomó tres decisiones que garantizaban el éxito: que el guión, muchas veces reescrito, fuera ultimado por David Koepp (Parque Jurásico, Atrapado por su pasado) y Robert Towne (baste citar Chinatown); que la dirigiera Brian de Palma; y que se mantuvieran las dos señas de identidad que hicieron grande a la serie: su rebuscado carácter de engaño tejido con los más modernos medios y el tema principal de Lalo Schifrin. Todo, lógicamente, agigantado hasta romper las barreras de la verosimilitud y sumándole una acción física frenética.
Como es sabido el éxito de aquella primera entrega trajo la segunda (John Woo, 2000), la tercera (Abrams, 2006) y la cuarta (Bird, 2011), todas cada vez espectaculares y siempre taquilleras. En la última se tomaron dos decisiones importantes: utilizar el formato IMAX e incorporar oficiosamente al equipo de guionistas a Christopher McQuarrie, que se haría cargo de la dirección de la quinta (2015), sexta (2018), séptima (2023) y octava (2025) entregas. La combinación del formato IMAX y del talento de McQuarrie, que había debutado en 2000 con el frenético y burlesco neo-noir y neo-espagueti western The Way of the Gun y dirigido a Cruise en 2012 en Jack Reacher, dio a la serie su dimensión más delirantemente espectacular, culminando en las dos entregas -que en realidad son una única historia dividida en dos partes- de Misión imposible: sentencia mortal y Misión imposible: sentencia final que, se supone, ponen fin a la serie.
La primera de estas dos entregas no obtuvo los resultados de taquilla esperados, aunque fueron altísimos, pero fue aclamada por la crítica. Curiosa situación para un blockbuster. Con ella el cine de acción y aventuras había alcanzado una cumbre de espectacularidad asombrosa: sus más de tres horas de duración eran una montaña rusa de efectos asombrosos perfectamente encajados en un guión ingenioso.
La película es más autoconsciente de estar ante un final, con alusiones a los momentos estelares de las anteriores entregas
Ahora llega lo que se considera -ya lo refrendará o no la taquilla- la despedida de la serie. O al menos la de Cruise como Ethan Hunt. Es tan espectacular y gozosamente agotadora como su primera parte -contiene tres secuencias que son ya historia del cine de acción- pero más autoconsciente de estar ante un final, con alusiones a los momentos estelares de las anteriores entregas, y un cierto tono elegíaco. También, sobre todo en su primera parte, con un cierto -solo un poco- sosiego que retrotrae en sus intrincadas explicaciones a la serie televisiva original. Pero conforme avanza, crece; y conforme crece, asombra.
Cruise -como coproductor e inspirador de todo el proyecto- ha tenido el mérito de poner la tecnología al servicio de la aventura logrando que el asombro ante lo imposible hecho real por los trucos ahora digitales -lo que nos remonta a Méliès- sea un medio para lograr un espectáculo apabullante que resume todas las constantes del cine de aventuras desde sus inicios inspirados en folletines y novelas populares. A Alan Dwan, Raoul Walsh, Michael Curtiz, William Wellman o Howard Hawks (motivos aéreos incluidos) les habría entusiasmado. Solo que ahora el enemigo es la IA, no un ser humano; Fu-Manchú, Moriarty o Blofeld se llama La Entidad; y Nayland Smith, Holmes o Bond se llaman Ethan Hunt.
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