La bella y el macizo

Tras debutar como director con buen pie, apoyado por su madre, Gena Rowland, con Volver a vivir, la carrera de Nick Cassavetes, hijo de la actriz y del actor y director John Cassavetes, demuestra lo que no hace mucho comentaba a propósito de una película dirigida por un nieto del productor Samuel Goldwyn y del guionista Sidney Howard: el talento no es hereditario.

Tras ese buen inicio la filmografía de Nick Cassavetes –Atrapada entre dos hombres, John Q., El diario de Noah, La decisión de Anne, Yellow, No hay dos sin tres- ha sido, con la excepción de Alpha Dog, mediocre. Tocando fondo con La bala de Dios, petulantemente hueca en su ambición de originalidad.

Almas marcadas se apunta a la línea mediocre, mayoritaria en su carrera, haciendo méritos para codearse con su peor película. La historia romántico-erótica basada en un bestseller de la especialista en novelas eróticas para adolescentes de macizos y bellas que viven, luchan y se aman en la frontera de los submundos no tiene más interés que la exhibición de los rostros y sobre todo de los cuerpos de sus dos protagonistas, Chase Stokes (el chico malo, atormentado y pobre, pero macizo) y Sidney Taylor (la chica buena, rica y guapa, pero insatisfecha), dos presuntos actores tele-redes populares entre un público joven que quizás muerda el anzuelo.